PERRA MADRE
La diferencia de las perras vs madres humanas, es la conciencia. ¿Qué pasa cuando la locura consume a la conciencia de la madre? Solo queda el instinto de supervivencia...
Me desvele por estar cuidando a esta perra madre, yo presentía que esta mendiga iba a hacerle algo, ¿sabes por qué? Porque a todos lamia y los amamantaba, menos al último. Le dije que cruel eres Luca, perra desgraciada dale chichi, que no ves que esta todo débil, y hubieras estado ahí Lupita, me dio una mirada de odio, me gruño la muy perra, hazme el favor, le quise acercar al cachorro y me ladro, me dio miedo, no había visto a Luca así nunca, pero ¿Qué no se supone que tienen instinto maternal?, me dice Alba como si yo supiera de lo que hablaba. Estoy perdida, estoy en todo menos aquí, donde debería estar. Perra ingrata, si eso soy o es Luca, no se. Me miro al espejo mientras me echo agua a la cara, hace calor aquí, queda solo 10 minutos para regresar a mi puesto y seguirle, no me siento bien, sabía que había algo, pero no recuerdo que, ya no recuerdo hace cuanto no había dormido y ella aquí quejándose de que se desveló una noche por estar cuidando a su perra, una sola noche. La muy ingrata había dado a luz a cinco bendiciones, menos uno, el ultimo había nacido al parecer más pequeño y enfermo. Necesito un cigarro, lo necesito urgentemente.
—En fin, Me metí a bañar y para cuando me alisté, volví a checar la colchoneta donde estaban, ¿Qué crees que hizo la perra Lupita?—continuó con el relato ignorando que no le había respondido.
No Alba, no lo se. Me sigo mirando al espejo, con las gotas cayendo de mi barbilla, ¿desde cuándo tengo ojeras tan profundas? Necesito dormir, tal vez ya sea hora de descansar, ¿podre hoy por fin? Me arden las manos, las miro y noto que aún tengo tierra entre mis uñas, entre las líneas de las palmas de las manos también, abro el grifo nuevamente, necesito lavarlas otra vez, las froto una y otra vez, porque no se quita, maldita sea.
—¿Qué te pasa Lupita? ¿Estas bien? ¿Qué tienes? — Me toca el hombro.
Siento su mano y me hago a un lado, no quiero que me toque, quiero vomitar. Me ve con el semblante extraño, odio que todos me vean así, deja de verme así, le digo, ¿así como? me pregunta, así con lastima, le digo. ¿Qué hizo tu perra? Le pregunto para que continúe.
—Pues que la muy desgraciada devoró a su cachorrito, ¿puedes creerlo?
Ahora si necesito un cigarro más que nunca, ¿Tienes cigarros? Le preguntó.
—Si, si tengo, vamos afuera.
El sol quema, pero no me importa, necesito respirar aire de fuera, me estaba sofocando. Alba me pasa la cajetilla, saco mi encendedor y prendo uno, le devuelvo la cajetilla y me recargo en el barandalillo. Inhalo. Parece un día perfecto, volteo a mirar la ciudad, la ciudad ignorante, hasta ahorita. Veo pasar autos, parecen infinitos. A un lado hay una escuela de preescolar, ya están haciendo fila para recoger a sus crías, a sus crías felices y normales. Corren, se persiguen unos a otros. Mi Diego, mi pobrecito Diego, ¿Por qué tu? Me cae una lagrima, me vuelvo a perder. Exhalo. Me estoy meciendo en la silla vieja del jardín con la pala en una mano y mi cigarrillo en la otra, estoy exhausta y aún estoy a la mitad del hoyo. Debo darme prisa, está amaneciendo y tengo que ir a trabajar.
—No puedo creer que Luca haya hecho algo así, tan noble y buena perra. Mientras me bañaba escuchaba los aullidos a lo lejos, me salí de prisa, me puse la bata y corrí a la colchoneta de las crías y ahí estaba Luca lamiendo la sangre que corría al piso con su hocico lleno de sangre. Me desvelé dioquis, no pude salvar al cachorrito, ¿Por qué lo hizo Lupita, como pudo ser tan ingrata? Luca ya no es mi Luca— sigue Alba con el relato.
Yo solo escucho ecos una y otra vez, <buena perra>, <ingrata>, <sangre>, < ¿por qué?>.
Volví a fumarme mi cigarro. No dejaba de ver aquellos niños correr y perseguirse unos a otros. Mi diego, era mi Diego, mi pequeño, ahora estas feliz, ¿verdad que sí? ¿Verdad que ahora si puedes correr y estas jugando con la colección de carritos hot wheels?¿Cuantos amigos tienes allá ahora? Dime ahora que ya disfrutas de tu helado de chocolate, aquel postre que alguna vez probaste y te hizo daño, pero ahora ya no te hace daño ¿verdad que no? No era vida ¿verdad mi cielo? No azúcar, no conservadores, no lactosa, no esto y no aquello, los NO que siempre nos daban, ya me tenían harta todos los doctores, yo solo quería verte feliz, ahora lo estas ¿verdad que sí? Los golpes que te dabas con tu cabecita a las paredes, la impotencia de no poderme decir lo que querías, como me pateabas y me gritabas palabras que nunca podía entender, no parabas de pegarme y escupirme, tuve que hacerlo hijito, por tu bien. Tenías que callarte, solo eso debías hacer, ¿por qué no paraste?
Miro mis manos, están temblando ligeramente, me siguen ardiendo, las miro y veo sangre en ellas, estoy alucinando, si es eso o ¿si tengo sangre aun? tiro el cigarro que llevo a medias, piso lo que queda de él y me meto las manos discretamente a mis bolsillos de la bata de la maquila, por si acaso.
¿Qué hiciste después de ver lo que hizo? Le pregunte.
—Me alejé, no pude ver la sangre, ver como lamia la escena mientras amamantaba a los demás cachorritos al mismo tiempo. Su hocico... parecía una escena de crimen... Mi intuición hizo querer acercarme al principio para quitarle a los demás cachorros para que no les hiciera lo mismo, pero Luca me volvió a gruñir, hubieras visto, era otra, de verdad parecía otra, una asesina, pero a la vez protectora de sus demás cachorritos, como si coexistieran dos personalidades, me aleje al final, se me hacía tarde para llegar aquí, no sé qué hare llegando.
Lo mismo me pregunto yo, contesto casi al mismo tiempo que termina la frase.
—¿Qué dices?